La justicia y la razón pueden fundarse en la capacidad de mantener una verdad fabricada? ¿Qué pasa si esa verdad es un secreto que pareciera no tener principio ni fin? Como si la verdad que se sostiene y se desplaza no pudiera determinar con exactitud quién o quiénes son los que la sostienen. Entonces leemos inevitablemente relaciones de poder. Lo dicho hasta acá hace pensar desde un punto conspirativo que constituye (en gran medida) a la narrativa policial.
La investigadora de “Donde mueren las mariposas” buscará desarmar el entramado de crímenes, favores y omisiones que se esconden detrás de la desaparición de Emilia Farrell, personaje inspirado en María Cash. Esta voluntad la llevará en un camino que la pondrá de cara con lo más bajo de la sociedad argentina, la burocracia judicial y el hermetismo de la sociedad salteña. En este espacio de confrontación realmente atrapante, se desarmarán algunos núcleos, desbordándolos hasta llegar a construcciones discursivas feministas.
Si el principio de verdad y justicia se sustituye por el de negociación y silencio, sin importar que la realidad sea que una piba haya desaparecido, no esté, se la hayan tragado los cerros, el norte argentino, la promesa de una vida mejor, entonces existe una contracara como Laura, la protagonista e investigadora de esta historia. Ella prefiere confrontar, abrir discusiones, interrogantes y posiciones encontradas. Decide tener plena conciencia de la frontera que hay entre la legalidad del Estado y la ilegalidad del crimen, de la trata de personas, y por eso afirma que la intuición es una convicción cuya fuerza irrevocable nace de procesos deductivos, inductivos y reflexivos, y la lleva a arriesgarse a sí misma, con tal de explicar la desatención y la desidia. Finalmente, en esto celebro y me parece el mayor acierto, la historia nos abre a pensar más problemas y aparentes olvidos de los que propone.
