Derogación de la ley del libro – Competencia versus Concentración

Por Darío Semino*

Tan acostumbrados estamos a pensar en términos de Estado versus Mercado, que no logramos percibir los mil matices que se escapan de ese binarismo y que posibilitan el desarrollo de múltiples actividades. La industria del libro es un claro ejemplo de ese tipo de actividades.

En Argentina los libros están exentos de impuestos y a la vez está regulado por la ley el establecimiento de los precios de venta final. Ambas medidas, en su conjunto, permiten el libre desarrollo de la actividad editorial tal como la conocemos. Regulación y exención de impuestos van de la mano y la cosa funciona, a pesar de que en la teoría una medida pueda ser vista como intervencionista y la otra como liberal. Una estaría a favor del Estado y la otra del Mercado.

La Ley 25.542, que se pretende derogar en estos días, establece que los precios de los libros en Argentina deben ser fijados por los editores y respetados por los libreros. No se deriva de esa pauta ningún tipo de intromisión directa de un organismo estatal en el libre juego del mercado, no hay restricción a la circulación de los materiales o a la posibilidad de adquirirlos. No hay traba burocrática, ni impuestos que asfixien a la actividad. Tampoco hay subsidios, ni créditos, ni becas, ni ningún tipo de asignación de recursos públicos contemplados en el establecimiento del Precio de Venta al Público o PVP, que es lo que está en discusión en este momento.

Sin embargo, para la mirada binaria según la cual “toda regulación es negativa”, el PVP debe ser eliminado, sin ningún tipo de contemplación con respecto a lo que pasaría si eso ocurre. ¿Por qué perder el tiempo evaluando las consecuencias? Toda regulación es mala y enemiga de la libre competencia, ergo hay que eliminarla.

Ahora bien, es obvio que la regulación de una actividad no implica necesariamente su destrucción o debilitamiento. ¿Acaso las reglas que se establecen para regular una actividad deportiva la terminan aniquilando? ¿Está desapareciendo el fútbol a causa de todas esas regulaciones que les impiden a los jugadores aprovecharse de ciertas ventajas deportivas que surgen a lo largo de un partido?

Del mismo modo, el PVP es una regla del juego que no limita la competencia sino que la habilita y la protege. Por lo cual su posible derogación, según casi todos los pronósticos, terminaría por perjudicar tanto a la competencia como a la competitividad de la industria argentina del libro.

Y todo esto para terminar beneficiando un proceso de concentración ajeno a la propia industria y muy posiblemente también ajeno al capitalismo nacional. Veamos esto con más detalle.

Un escenario demasiado posible

Una de las pocas personas que se encuentra a favor de la derogación del PVP ofrece el argumento decisivo para entender por qué esa derogación conlleva un peligro para la industria. En una entrevista realizada por el periodista Daniel Gigena para La Nación, el ex ministro de cultura Pablo Avelluto, a pesar de manifestarse a favor de la desregulación del precio de los libros, afirma:

“No le temo tanto a la competencia con las grandes superficies sino, como pasó en Estados Unidos, a la venta online, que va a tener un enorme impacto, porque se va a poder vender libros sin tener una librería física, a la calle, y eso va a ahorrar costos y permitirá tener precios más bajos.”

Y sí, en pleno siglo XXI, tal como afirma Avelluto, el peligro para la industria del libro no proviene de las llamadas grandes superficies, como los supermercados, sino de las no-superficies, es decir de las plataformas digitales.

Hace años que en Argentina se compran libros por internet, prácticamente todas las librerías venden por Mercado Libre, Tienda Nube o mediante otras plataformas. Del mismo modo que hay librerías en casa que se sirven de las mismas herramientas. Alguien que vende libros desde su casa, tiene menos costos que una librería que debe afrontar alquileres, gastos de local y sueldos. Pero como existe la obligatoriedad del PVP, esa diferencia de costos no puede trasladarse al precio final. Por lo tanto la competencia entre una librería con local a la calle y alguien que vende desde su casa se da en términos equitativos. Los dos libros salen lo mismo, porque el precio lo puso el editor y los vendedores deben adaptarse a él.

Esto significa que la persona que realizó la inversión para crear un comercio, afrontar gastos y abrir fuentes de trabajo se encuentra protegida frente a la actividad de una multiplicidad de vendedores informales más pequeños. En el caso de que el PVP desaparezca esos pequeños vendedores obtendrán una ventaja que servirá para perjudicar a las librerías formales, pero que al mismo tiempo les impedirá crecer a ellos mismos.

¿Por qué esos vendedores informales nunca podrán crecer? Porque en la medida en que lo hagan sus costos también crecerán y se verán obligados a trasladar ese aumento al precio final, perdiendo así su ventaja competitiva ante la emergencia de otros vendedores informales más pequeños.

Pasaríamos, de este modo, de tener un sistema con empresas pequeñas, medianas y grandes funcionando en plena formalidad, realizando un aporte a la comunidad en el sentido económico y cultural, a tener un mercado mucho más informal e inestable, similar a lo que ocurre con el universo del libro usado.

Es importante señalar que esto no afectaría solamente a las librerías pequeñas, independientes o de barrio, sino que afectaría a todas las librerías. Cúspide, La Libre, Eterna Cadencia o el Gato Escaldado están igualmente expuestas. Dado que el centro de la cuestión se encuentra en el costo, las grandes librerías, las cadenas por ejemplo, cuyos costos son mayores, están potencialmente aún más expuestas que las pequeñas. Pero el problema no termina aquí.

En ese contexto de informalidad la ventaja decisiva será para quien pueda combinar costos bajos y gran escala. Y aquí aparece, como una especie de leit-motiv siniestro, la palabra Amazon.

La verdad es que, si bien el miedo a Amazon está justificado, el peligro de la concentración no se limita a dicha empresa. Es perfectamente posible que surja otra empresa que lleve adelante la misma política. Una distribuidora, por ejemplo, podría aprovechar la estructura que ya tiene para mutar hacia una plataforma de venta directa virtual que acapare una parte mayoritaria del mercado.

Para terminar de pintar el cuadro hay que destacar un punto esencial. Lo que permite combinar costos bajos y gran escala es la inversión inicial. Independientemente de cuál sea la empresa o empresas que lleven a cabo el proceso de concentración, solo lo podrán hacer mediante una inversión inicial considerable, que les permitirá mantener los costos bajos para eliminar a la competencia y crecer lo suficiente como para imponer sus propias condiciones a sus proveedores.

De ese modo, los editores no solamente perderían el poder de establecer el precio de venta final sino que también verían menguar su capacidad para establecer los precios mayoristas. Los precios terminarían siendo determinados por ese gran jugador cuyo poder de compra y venta no podría ser obviado por ninguno de los actores del mercado.

Ahora bien, toda inversión se hace para ganar dinero, no para perderlo. Por lo cual, una vez cumplido el objetivo de acaparar el mercado, esa empresa comenzará a subir los precios para recuperar la inversión que le permitió bajarlos en un primer momento.

El resultado final es la pérdida de poder de los editores, especialmente pequeños y medianos, desaparición de librerías de distinto calibre, precarización de las condiciones ya precarias de las librerías que queden, aumento de la informalidad y last but not least libros más caros, o por lo menos tan caros como ahora. Ese es el pasaje de un esquema de competencia hacia un esquema de concentración.

Hacia el final de este artículo agrego una serie de referencias a notas y entrevistas realizadas a distintos representantes del mundo del libro, tanto nacionales como internacionales. En la totalidad de esos artículos se describen escenarios como el que acabamos de imaginar.

Es posible que algunas de estas variables no se concreten y otras sí, en última instancia nadie puede saber cuál será el futuro. Pero de lo que no caben dudas es que ninguno de los pronósticos realizados anticipa algo positivo ante la eliminación del PVP.

Otra posibilidad, hay que admitirlo, es que no ocurra gran cosa, y que el mercado se autoregule, con los editores sugiriendo un precio que, en los hechos, se termine aceptando sin demasiadas vueltas, como si fuera el PVP.

En la entrevista citada más arriba, Avelluto especula con esta posibilidad. El argumento más fuerte a su favor, hasta donde llegó a ver, es que el precio de los libros muy difícilmente puede bajarse más. Los márgenes de ganancia y los volúmenes de venta son muy estrechos como para que se realicen rebajas significativas.

La gran pregunta

Sea cual sea el caso, la pregunta inevitable que surge es: ¿para qué hacerlo? ¿por qué no dejar las cosas tal como están? Si en el mejor pronóstico las cosas seguirían más o menos del mismo modo y en el peor todo sería una catástrofe, ¿para qué arriesgarse? ¿Por qué, ante todos los problemas urgentes que tiene la Argentina, tenemos que perder el tiempo discutiendo cómo reparar lo que no está roto?

La respuesta, la que yo encuentro al menos, es el ideologismo. En otro caso uno podría especular con la presencia de intereses ocultos, el lobby de grandes corporaciones y ese tipo de cosas. Pero los números del mundo del libro son demasiado magros como para habilitar ese tipo de teorías.

El ideologismo parece ser la única respuesta razonable. Se trata de la aplicación de una fórmula abstracta, aun en los casos en que los resultados probables sean contrarios a los deseados. De este modo, la defensa irreflexiva de la competencia lleva a la eliminación de las condiciones que hacen posible a la misma competencia.

Al considerar que “toda regulación es mala” sin hacer ningún tipo de diferencias se favorece la concentración. Porque las reglas sirven para generar condiciones equitativas para que rija la lógica de que “gane el mejor”. Sin reglas se impone la ventaja de quien tenga los recursos para inclinar la cancha a su favor.

Aclaro que nada de esto está siendo escrito desde la perspectiva de la defensa del estatismo anterior, el cual nos terminó llevando al callejón sin salida en el que nos encontramos. Pero corregir ideologismos de izquierda con ideologismos de derecha parece ser la manera más efectiva para seguir haciendo daño a la economía del país.

La Ley 25.542, por otro lado, no tiene nada que ver con el kirchnerismo, pertenece al período de De La Rúa, en el 2001. Si algo hicieron bien el kirchnerismo y el macrismo fue dejarla tal como estaba.

Conclusión

Para terminar veamos una última paradoja. Si el gobierno reivindica la no intromisión del Estado en los asuntos privados, entonces que sean coherentes consigo mismos y que no intervengan.

Derogar una ley que no perjudica a ninguno de los actores involucrados en ella, cuya modificación nadie estaba pidiendo y que a lo largo de los últimos veinte años sirvió para consolidar las reglas de juego de una industria que funciona a pesar de todas las dificultades, esa es una forma de intervencionismo inaceptable. Y esos son los términos en los cuales la medida debería ser rechazada por todos los lectores y lectoras de bien.

La derogación de la Ley 25.542 es una intromisión en la autonomía del sector del libro. Si las reglas del juego van a cambiar, deberían ser los propios actores del sector quienes lo decidan. ¿Por qué creer que los redactores de la Ley Ómnibus conocen mejor el mercado del libro que todos los actores efectivamente involucrados en ese mercado? No se puede modificar una industria de la noche a la mañana de acuerdo a la ideología del gobierno de turno.

La industria del libro pudo sobrevivir hasta ahora a pesar de todas las dificultades, porque sus reglas básicas se mantuvieron estables en el largo plazo. La industria es potente a pesar de su deterioro, las librerías y editoriales vienen sobreviviendo a varias devaluaciones, una pandemia y la caída constante del poder adquisitivo de sus clientes. Y aun así mantienen un nivel de diversidad y calidad que ha sido reconocido a nivel internacional.

Si no van a tomar ninguna medida para ayudar a la industria del libro, por lo menos tengan la delicadeza de evitar destruirla. Lo único que tienen que hacer es no hacer nada, dejen todo tal como está. Dejen que las librerías, distribuidoras y editoriales sigan haciendo lo que saben hacer. Déjenlas seguir jugando.

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*Darío Semino es escritor, trabajó durante diez años como librero de La Libre. Actualmente es desarrollador de los sitios http://www.orbislibris.com y traduccionesliterarias.com

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Otros artículos sobre el tema:

Entrevista a Pablo Avelluto:
https://www.lanacion.com.ar/cultura/pablo-avelluto-estoy-de-acuerdo-con-la-derogacion-de-la-ley-de-precio-fijo-de-los-libros-nid28122023/

Artículo de Infobae con opiniones de libreros y editores de otros países de habla hispana:
https://www.infobae.com/leamos/2024/01/08/ley-del-libro-que-pasa-en-los-paises-en-los-que-rige-el-precio-unico-que-milei-quiere-derogar-en-la-argentina/

Artículo del agente literario Daniel Schaveltzon en el que se detallan los casos de Francia e Inglaterra:
https://www.pagina12.com.ar/699397-un-camino-al-desastre

Aquí se puede ver un artículo bastante completo con el rechazo a la Ley por parte de las cámaras que integran el sector, junto con la palabra de libreros:
https://canalabierto.com.ar/2024/01/02/el-futuro-del-libro-argentino/

Aquí otro artículo con la opinión de editores y miembros de la Cámara Argentina del Libro:
https://www.infobae.com/cultura/2024/01/05/como-se-transformaria-la-industria-del-libro-si-se-aprueba-la-ley-omnibus/

Aquí el Instagram de la librería Otras Orillas, en la que Cristian De Nápoli, poeta y librero, va subiendo varios posteos con información sobre el tema:
https://www.instagram.com/otrasorillas/

Aquí se puede consultar el texto de la ley, como se puede ver la misma no implica ningún tipo de asignación de recursos públicos:
https://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/70000-74999/71549/norma.htm

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