Irse de Daiana Henderson

Para hablar del último libro de Daiana Henderson decidí, antes que ver lo que los versos dicen, ver lo que la poesía hace

Cada ruptura de verso es una experimentación de lo que el poema está haciendo. En el minúsculo silencio poético, en el Enter, el espacio en blanco, se pueden notar las pausas no sintácticas que tienen lugar en el proceso de pensar-sentir. Denise Levertov lo dice mejor: “la mente, a medida que siente el camino hacia un pensamiento o impresión, se detiene a menudo con un pie en el aire, su antena ondulando y su nariz aleteando.”

En Irse los poemas plasman ese detenerse con un pie en el aire. Se dejan llevar. Se dejan ir. Se van. Lo hacen en loop. En su movimiento nos muestran figuras como nubes movedizas que de pronto cambian tu mirada del mundo: “mirá,/ si paso el dedo por el vidrio el paisaje cambia”. En su desvanecerse, nos aproximan a sensaciones efervescentes. 

Henderson nos invita a irnos por un rato de la lógica. ¿Por qué? Porque sí. Al Irse, se desnuda la poesía como una danza gratuita. Los poemas nos llevan a conectar con la experiencia del viaje, y no sólo con el destino. 

Este poemario tiene algo de dionisíaco. Sus poemas se leen con el ritmo de una fiesta surreal (sin necesidad de sustancias). Un simple quedarse dormida es una forma de volar. Una imagen onírica ante un aroma conocido que figura un recuerdo. Un momento silencioso con un otrx, donde la pesada afirmación de que estamos solxs se aparece como una revelación. 

Los poemas de Irse hacen cosquillas, nos despiertan, nos fascinan.

Por momentos, este libro es una nubecita un poco oscura que nos sensibiliza. Nos hacen despegar del refugio, dejan el corazón en suspensión. Hay que leer los poemas varias veces. Son cortitos pero se parecen a un castillo encantado. Hecho de rincones minuciosos con tesoros del inconsciente. 

Vale la pena leerlos en voz alta. Una figura se forma en sus pausas. Y desaparece. Se va. Nos lleva con ella. 

Daiana Henderson es una poeta de nuestro tiempo. Es una de las tantas pruebas de que la poesía sigue viva y latiendo. Que la seguimos necesitando para deshacernos un rato, y rehacernos después. 

Un poema de Irse 

Anoche, de súbito pero sin susto, me desperté en la cama. Dormía boca abajo con las dos
manos empuñadas en el hueco de mi cuello
los codos apretados contra los costados del cuerpo,
una posición, diríase, poco convencional o agraciada
y sin embargo
lo plácida que me sentía
aun habiendo despertado y escuchado
en medio de la noche el silencio más total.
Ni una hojita crujiendo, todo congelado
por el frío, ni un gato saltando el tapial
los perros ovillados postergaban sus ladridos teatrales
que en verano derrocharían para demostrar su punto:
su imprescindible función en el hogar.
Tampoco los graznidos de una bandada
organizada en forma de comilla angular, ni alarmas
bocinas o el rugido de un motor en guardia.
El espíritu de la noche me despertó
y me honró con una responsabilidad.

Tengo un canto, me dijo, vas
a por fin escucharlo, aclimatá tu oído
no lo has sentido todavía, sentí.
Y aunque sentí no escuché nada,
tampoco su voz dulce que decía
no te duermas,
no te duermas

(Daiana Henderson – Ivan Rosado, 2020)

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Daiana Henderson nació en Paraná, Entre Ríos, en 1988. Co-dirige la editorial Neutrinos  (que hacen hermosos libros de poesía con autorxs como Cecilia Pavón, Washington Cucurto, Paula Trama) y publicó, entre otros, los libros de poesía El gran dorado (2012), A través del liso (2013), Un foquito en medio del campo (2013) e Irse (2018).  

Reseña realizada por Anshi Moran

Irse, Daiana Henderson; Editorial Ivan Rosado; 2018; 56 páginas.

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