Sobre la deconstrucción. Introducción a De la gramatología de Derrida
Tal vez la escritora india Gaytari Chakravorty Spivak se propuso difundir un concepto nodal para pensar la cultura, acuñado por Derrida hace algunas décadas. Lo cierto es que el libro “Sobre la deconstrucción” contiene una profundidad de pensamiento que escapa a los textos divulgativos. El propósito de Spivak y de Derrida, sin embargo, son el mismo: desarmar las categorías de pensamiento que configuran nuestra identidad y con las que tratamos de conocer lo real.
¿Qué significa “deconstrucción”? Spivak, como dijimos, no es pensada por Derrida, sino que piensa a partir de lo que Derrida ha pensado. Asimismo, Spivak muestra cómo Derrida pensó a partir de lo que otros han pensado. Por ejemplo, a partir de un Nietzsche que Derrida opuso al que prentendía Heidegger: “…Nietzsche, lejos de permanecer simplemente (con Hegel y tal como pretendía Heidegger) dentro de la metafísica, habría contribuido con fuerza a liberar el significante de su dependencia o de su derivación en relación con el logos, y con el concepto conexo de verdad o de significado primero…”. Deconstruir, en el plano del lenguaje, es desasociar un significante a un significado culturalmente construido. Pero este señalamiento trae una consecuencia inmediata, que Spivak no tarda en observar, a través de las raíces del pensamiento de Derrida: “A esta altura, debería resultar claro que ‘la sospecha del valor de verdad, del concepto del significado primero de Nietzsche, es compartida íntimamente por Derrida”. Deconstruir, en el universo simbólico de una cultura, es encontrar genealógicamente el origen político de una verdad, para quitarle a esa “verdad” su carácter verdadero.
Hegel pensaba que la realidad es un espíritu que avanza opositivamente hasta llegar a un conocimiento pleno de sí. Nietzsche enseñó que las formas opositivas son disfuncionales para entender al ser humano y al mundo: la verdad y la mentira, el bien y el mal, la mente y el cuerpo son categorías que ocultan y ahogan la raíz creadora de la cultura. Uno de los rasgos de la deconstrucción, es el de intentar pensar la realidad de una manera no opositiva o binaria.
Así, Spivak va rastreando genealógicamente la idea que tomará la forma del concepto “deconstrucción” en la filosofía de Derrida. Lo que señala Spivak es que, antes de Derridá, en cierto modo la deconstrucción ya existía, aunque no como una herramienta mental consciente. Tal vez esa fue la virtud o el hallazgo del filósofo francés. Y tal vez eso es lo que sucede con los conceptos nuevos y con las teorías: son menos invenciones que hallazgos en el pasado, a partir de los cuales es posible hacer un camino nuevo. Es como si el pasado estuviera lleno de latencias, y crear algo nuevo no fuera sino descubrirlas.
En el caso de Derrida, él se detuvo en la labor de aquellos pensadores que se dedicaron minuciosamente a desarmar las verdades y las premisas de las que partían sus culturas. Spivak se centra en tres: Heidegger, Nietzsche y Freud, a quienes llama “proto-gramatólogos”. Heidegger desarmó cada una de las ficciones de la filosofía, desarticulando los supuestos sobre los que se asentaban: “Pero no solamente hay que evitar partir de una supuesta comprensión del ser en general, sino también de cualquiera de las ideas del ser puestas en circulación por la filosofía. Estas ideas no hacen sino ‘recubrir’ al ser. Por eso es menester proceder a ‘la destrucción de la ontología’, es decir, a una disolución de las capas encubridoras, endurecidas en el curso de la historia del pensamiento filosófico”, leemos en el diccionario de Ferrater Mora, en la entrada dedicada a la labor filosófica de Heidegger. Freud, parejamente, sacrificó su vida a desmentir casi todas las ficciones de nuestra cultura; la normalidad, el yo, la heterosexualidad, dios, y otros conceptos sobre los que se asentaba su poder y sus verdades quedan reducidos, en su obra, a una pobre y ridícula ficción. Ya nos referimos a la labor deconstructiva de Nietzsche.
Spivak procedió con Derrida del mismo modo que Derrida procedió con Heidegger, con Freud, con Nietzche. Lo que nos deja el libro, así, es la idea de que nosotros debemos proceder asimismo con Spivak y con Derrida.
El libro adolece, pues, de un defecto del que suelen adolecer muchos libros: no termina de ser consciente de sí y de insertarse en los problemas concretos de las culturas. De ahí que sus lectores queden reducidos a un pequeño grupo intelectual; de ahí, también, que Derrida, que Freud, que Nietsche hayan sido, más allá de la ambición de su intelecto, hijos inconscientes de su espacio y de su tiempo, con todos los errores y los defectos que ello encierra. Es tarea del lector, pues, usar la herramienta que brinda este libro en otra dirección, y sacar los conocimientos de esa cierta esquizofrenia que padecen, al estar abismalmente distanciados de nuestros problemas concretos.
Martín Marchione
