La tiranía de las moscas, de Elaine Vilar Madruga

“Cada familia es diferente y rara a su manera, pero la nuestra se llevó la medalla de oro en la competición olímpica de la disfuncionalidad.”

Las moscas: una molestia, los vigilantes de las cosas podridas, un enjambre inescapable. En La tiranía de las moscas, Elaine Vilar Madruga crea un mundo de moscas en donde los personajes son los habitantes menores, un mundo en donde la humanidad, la comodidad, la libertad son escasas.

Esta narrativa – o, a veces, parece más una parábola bíblica trágica – se trata de la opresión del estado con el espacio limitado de una casa familiar: “Una cacasa es un país pequeño. Y una familia es una nana…ción. ¡Una nación!” (p. 153). El padre, militar y tartamudo, usa el prefijo de caca con los nombres de sus hijos – Cacasandra, Cacaleb y Cacalia. No pueden escapar las moscas porque la putrefacción es parte de sus identidades. Los niños, de hecho, manejan la historia en que el libro se divide en tres partes, uno para cada hijo, pero los puntos de vistas están mezclados e interrumpidos con los de los otros personajes.

Casandra, la mayor, parece tener el control de la narrativa porque está contada en primera persona, aunque ella dice que “es difícil hablar en primera persona y contar tu propia historia” (p. 34). Ella es la más activa en la rebeldía contra la opresión y claustrofobia de la casa y su padre. Además es la más honesta, dando información sobre sus hermanos y familia a los lectores. Ella es los ojos y la voz, la narradora más confiable porque los otros personajes no son tan capaces de comunicar. Pero, como la Casandra de la mitología griega, sus cuentos no pueden cambiar el futuro ni el presente, y al fin las moscas y su mundo de descomposición son inescapables.

Vilar Madruga crea una historia incómoda, extraña y compleja, llena de peculiaridades que revelan más de la realidad en su rareza. El lector siente el aislamiento de los personajes; el mundo de las moscas es al mismo profundo y restringido, dando la sensación de estar atrapado pero no en un lugar al que se pertenece. La dictadura de una familia ofrece orden y caos, honor y dolor. Pero el poder, de hecho, pertenece a las moscas, que pueden sobrevivir a cualquier golpe de Estado.

Reseñó: Michaela Wooward

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