Entrar a cualquier lugar muchas veces me produce una cierta incomodidad que trae lo desconocido, puede ser un teatro, una casa donde voy a comprar libros, un negocio y, finalmente, una novela. Si bien pareciera que los equiparo – no sigan este camino-, lo que los une es la incomodidad. Hace poco tiempo leí La obligación de ser genial de Bettina Gonzalez, donde cuenta que va a las librerías, se acerca a cada novela y lee los comienzos, es allí -según nos dice – la novela tiene lo más complicado: nacer. El arranque es lo que nos va a permitir seguir de largo o seguir a paso lento.
A Ladrilleros de Selva Almada, le tuve que dar dos chances. Se me hacía difícil entender, pero claro, mi dificultad no era por su modo de comenzar, si no mi porteña manera de leer. Me costó, pero a fuerza de machetazos con mi propia dificultad, pude encontrarle los tonos, las voces y la historia se me empezó a armar. Fue un nacimiento increíble, que seguí a paso lento, a paso de construcción lectora de un mundo que se me fue mostrando y que de repente entendí.
Los infiernos son iguales en todos lados, nada más que algunos son más coloridos que otros, estoy hablando de la sensación que me llevo de esta historia. Argumentalmente es muy sólida y la manera que eligió Selva Almada de contarla es sincera. Los modos de hablar y de pensar del mundo litoraleño armaron el escenario que me acompañó en ese caminar. Lo que más disfruté es que es una novela que cuenta y no juzga; esas son las maneras en las que como lectorx empiezo a sentirme cómodx.
Un pueblo, con familias enfrentadas, amores conocidos, comunes y prohibidos, acá y en la China, la hace universal y nos permite seguir con la respiración de su propio lenguaje los acontecimientos. Como si viéramos una mariposa en el hombro de una bailarina de comparsa que brilla más que las lentejuelas de su anfitriona, despliega sus ya no tan pequeñas alas y nos lleva a ver lo que esconden las siestas.
Que toda esta información rebote en un río del litoral y así ver cómo ese brillo se transforma en una luciérnaga que va directo a clavarse en nuestros ojos. Como el título de su primera novela, El viento que arrasa, Ladrilleros lleva entre sus páginas un poco de ese viento, ¡refrésquense con esos aires!
Reseña por: Brenchx
