Fracasos del ego, Clau Bidegain

Este hermoso libro nos hace pensar que leer y escribir pueden ser una misma cosa: el acto de encontrarse. El primer poema es casi el equivalente de un proceso psicoanalítico: un recorrido simbólicamente exhaustivo por una vida en la que aparecen las experiencias más significativas con todos sus fantasmas, pero, sobre todo, en la que aparece el deseo finalmente encontrado que los exorciza. El poema siguiente pone en jaque la idea cronológica del tiempo (lo que se condice plenamente con la idea psicoanalítica de él); hoy, ayer, mañana son convenciones que dicen poco sobre el tiempo real que vivimos internamente (a no ser que se usen en forma metafórica), que se compone de experiencias que se repiten, de recuerdos que nos condicionan, de porvenires que imaginamos inútilmente; es decir, de un tiempo simbólico que a veces nada tiene que ver con la idea de un paso objetivo del tiempo.

“Siglos de siglos y solo en el presente ocurren los hechos; innumerables seres humanos en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí…”, dice el protagonista de El jardín de senderos que se bifurcan. Los poemas de este libro parecen aclarar esta frase, que no significa el hecho egoísta de hacer del mundo mi subjetividad, o la tuya, sino encarnar en cada subjetividad el mundo. Lo personal es político, no lo político personal. En efecto, la subjetividad de este libro es virtuosa porque sabe encarnar las contradicciones de la Historia que todos, lo sepamos o no, vivimos a diario.   

Los poemas de este libro son también una respuesta a una pregunta fundamental: ¿cómo vivirse en un mundo esencialmente injusto y represivo, cuya lógica (descubrimos un buen día) llevamos dentro y que intenta regir nuestras ideas y nuestros cuerpos? ¿Cómo deshacernos de esa lógica terriblemente poderosa? Muchos poemas tienen el sabor de la catarsis, de esa gran literatura que rechaza el mundo tal como nos es dado y que busca, a través de su conocimiento, transformarlo.

A la vez, este libro evidencia, si el lector quiere, uno de los sentidos de la poesía: el de iluminar los objetos a través de los diversos estados de ánimo. ¿Qué son el invierno, una araña que teje su tela, una muela, una ausencia, si no son para alguien que siente el invierno, que siente una muela, que siente una ausencia, que ve una araña que teje su tela? Los objetos son lo que son porque alguien los siente y porque luego se piensa en relación a ellos. 

Hay poemas que son una verdadera conmoción de la conciencia. La filosofía suele tener el defecto de la distancia, a veces infranqueable, con la vida real de las personas concretas. Este libro tiene la virtud de ser filosófico sin padecer esa distancia, y parece ser la autobiografía de alguien que reflexionó profundamente sobre los otros (así se escribe toda buena autobiografía). Su objeto es, así, la sociedad; es decir, las relaciones humanas. En definitiva, ese es el objeto de todo libro. Lo que diferencia a este es la lucidez con que lo aborda y la belleza de su poesía. 

Editado por La mariposa y la iguana

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