Erasmo de Rotterdam descubrió para siempre que la locura es el único rasgo diferencial de la humanidad. Pero tal vez nadie descubre nada y todo está perdido todo el tiempo en nuestra antigua conciencia y toda ficción, o toda buena y honrada ficción, porta este saber desde siempre y cada nueva obra ficcional que aparece lo renueva. Tal sería el caso de Los límites del control.
¿Cuál es el origen y cuál el destino de las obsesiones y de los inventos de esa abstracción aun indescifrable denominada humanidad? La invención del tren y la superstición personal de una sencilla y compleja mujer perdida en la clase media, que busca el orden de la realidad (de su realidad), o sea del amor, del trabajo, de la vida y de la muerte (lo que la astrología hace depender de los astros), tienen un mismo origen, una misma raíz: en definitiva, se trata de la invención de una realidad que persiguen las personas, los seres humanos, la humanidad (sea como sea que nos llamemos) y cuyo fin desconocemos. Tal es el sabor que nos dejan los cuentos Cajas de humo y Ex libris.
La locura (la única protagonista de la Historia, según Erasmo) queda inquietantemente suspendida en el relato El sistema del invierno, en el que el vínculo entre un autor y su obra y el vínculo entre el autor, su obra y el mundo terminan siendo concluyentemente inaccesibles para un investigador literario, que acaso representa a todos los lectores y a la aspiración humana de conocer el mundo. Es curioso que el protagonista no desespere y se resigne apaciblemente. A lo mejor ahí reside el mensaje del cuento.
“El orden es un estado temporario. Eso lo dice bien claro la entropía. A más tiempo, menos orden. A más segundos, más caos.”, dice el narrador del cuento Corrimiento al rojo. Lo cierto, empero, es que la ciencia busca el orden objetivo del mundo inútilmente, y la única verdad es que el único orden que buscamos es el que nos permite sentir que el mundo es un lugar, si no feliz, al menos habitable, y el narrador de este cuento, como la mayoría de los personajes de la literatura, mostrará el problema de la realidad pero no su solución. La virtud del cuento es que el personaje narrador logra mostrar (a su modo) el problema de la realidad, logra mostrar que el orden de lo real que persigue desesperadamente a lo largo del cuento es, en realidad, inhallable. En esa búsqueda mostrada eficazmente en el cuento reside la locura del personaje, que de algún modo representa todas nuestras búsquedas, o sea, todas nuestras ansias (todas nuestras locuras) de encontrar un orden de lo real que nos dé acceso a algún tipo de felicidad o de satisfacción.
El cuento Om mirín namás muestra cómo el capitalismo ha ido asimilando las ideas de las más diversas culturas incoherentemente y sin creer en ellas, y cómo un personaje que busca su orden de lo real (hecho íntimamente vinculado también al capitalismo) queda perdido en una de esas ideas y en su propia búsqueda. Un hombre con un proyecto ratifica que todas las religiones y todas las ciencias y todas las creaciones de las culturas y todos los sujetos que han existido y que existen tienen, más allá de todas sus diferencias, una sola e íntima tendencia: encontrar en el mundo un orden y un sentido a pesar de que el mundo no los tiene y a pesar de la muerte (esa paradoja necesaria que hace del mundo lo que es –una inmensa e irresoluble contradicción).
Este libro es, en definitiva, un buen testimonio de nuestra locura, con todo lo que ese concepto encierra: todas nuestras formas de amar, todas nuestras interpretaciones del mundo y todos los libros que escribimos y que encierran esas interpretaciones, nuestras maneras de entender la luna, la tecnología y los usos de la tecnología, nuestras formas de entender la muerte y por ende nuestras formas de vivir. Está claro, según este libro de cuentos, que la locura es el denominador común de nuestras vidas, y que lo que nos diferencia es la forma en que la entendemos.

Adquirilo en nuestra tienda online.