Ensayos tempranos
Desde hace un tiempo, este texto de Nietzsche que no solía ser tenido en cuenta por quienes lo visitaban por primera vez, tomó cierta relevancia. Su espíritu y su método son los de toda su obra: desandar la cultura, para encontrar al final un solo fundamento: la creación de una perspectiva de la vida a partir de una forma de valorarla. Lo que significa que todo otro fundamento que no sea el de nuestra capacidad de creación es una mentira que pasa por verdad: dios y la moral son dos ejemplos. Cada perspectiva creada que terminó por imponerse como el fundamento de la vida a lo largo de los siglos, trajo el olvido de la situación esencial: somos creadores de perspectivas, de maneras de entender los vínculos y el mundo.
La verdad y la mentira en sentido extramoral tiene la ventaja de haber sido escrito en una prosa clara y sintética. Como una conciencia imposible que percibiese los instantes en que un lenguaje se crea, el autor describe los pasos de esa creación y desmiente con ello que la verdad tenga el valor que solemos darle: el de ser una correspondencia objetiva con la realidad. Entonces Nietzsche descubre al lector la arbitrariedad de todos los lenguajes y, con ello, la de todos los conceptos que los configuran; sobre todo el aludido concepto de verdad, que suele regir nuestras vidas. La segunda conciencia que hay en este libro, quizá no imposible pero sí asombrosa, es la de ver el lenguaje como un sistema laboriosa y olvidadamente inventado que rige nuestro pensamiento. El olvido de esta invención trae aparejado que no lo cuestionemos (que no cuestionemos nuestra forma de pensar). La ironía es uno de los principios constructivos de este texto: siguiendo el camino de esa nueva conciencia que propone Nietzsche, vemos cómo se crean definiciones arbitrarias de las palabras y cómo luego se invocan esas definiciones como principios objetivos y eternos que definen a su vez lo que es verdadero y lo que es falso. La tercera conciencia muestra cómo esa red de definiciones constituye ese inmenso edificio en el que vivimos y que llamamos cultura. De todo esto Nietzsche extrae una definición para el lenguaje y para la verdad sumamente útil para entendernos culturalmente:
“¿Qué es entonces la verdad? Un ejército en movimiento de metáforas, metonimias, antroporfismos, en suma, un cúmulo de relaciones humanas que han sido realzadas, trasladadas y adornadas, poética y retóricamente, y que, después de un uso prolongado, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes”.
En la genial metáfora del lenguaje como ‘ejército’ se condensa el espíritu de todos los combates culturales de hoy. Porque lo que señala la metáfora no es solo la arbitrariedad de los conceptos que rigen nuestro pensamiento, sino el ejercicio de poder que subyace a su uso cotidiano. Esta conciencia propicia la sustitución del ejercicio de poder por el ejercicio crítico sobre esos conceptos, y así son posibles las operaciones libertadoras que estamos descubriendo: el derecho, la sexualidad, la justicia, los mismos sentimientos erigidos sobre estos órdenes, son la consecuencia de una larga e interesada creación de una determinada cultura.
Promover este texto es, así, promover la libertad de pensar e incluso de elegir contra las verdades que las culturas inventan y que quienes las habitan obedecen, sin sospechar siquiera que no son verdades y que en sus almas se esconden los gérmenes de otras culturas, de otros mundos.
Los textos perduran porque nos ayudan a pensarnos, y este texto cumple con creces esa función.
Martin M. Marchione (Librero)
