Gabriela Bejerman es la máxima poeta pop heredera del neobarroso argentino, combina en su estilo el brillo espinal de la poesía del yo con un manejo impecable del tesoro retórico y lingüístico del español. Es la mejor anfitriona de la fiesta de escribir, y en este libro nos abre las puertas a su espacio lúdico mágico poético para que también nos animemos a danzar con ella.
¿Es un libro de consignas de escrituras? Sí. Pero está lejos de ser un manual de escuela con lecciones acabadas. Es mucho más. Cada consigna es en sí misma una posible respuesta a su devenir, es la forma que ella ensayó para cumplir sus propios mandatos inventados.
Las respuestas son literatura, es decir, un camino posible en forma de ocho infinito para que empecemos a rodar como sobre una bicicleta. Cada página podría ser un cuento que además de contarnos historias fascinantes de detalles, termina con un imperativo invitativo: ahora te toca a vos.
Escribí qué te pasó, cómo lo viviste, qué olor tenía, cómo se veía. La consigna es la excusa que nos habilita a explorar, arrancar, ver hacia dónde iríamos en un posible texto. No sabemos qué queremos decir hasta que empezamos a escribir. La consigna sacude la pretensión de originalidad pues, al final, la literatura toca siempre temas parecidos. Lo auténtico es lo que nos sale como más íntimo y personal.
Bejerman es una docente única en su tipo, una combinación de chamana, intelectual y dominatrix que avanza sobre el crítico detentor del flujo creativo que llevamos dentro (ese que nos dice: «lo estás haciendo mal», «te quedó feo», «no escribas más, perdés tu tiempo», etc), ella con un soplo de frases nos desata y volamos y escribimos y crece el poema y ya lo estás haciendo y estás bailando y está muy bien.
Reseñó: Anshi Moran
