El libro expandido es una investigación sobre las variaciones del libro. La poeta y artista de libros Amaranth Borsuk nos recuerda que el objeto que llamamos libro hoy en día es en realidad un códex, o códice; o sea, un montón de hojas pegadas o cosidas sobre uno de sus lados y recubiertas por tapas. Esta tecnología (a nuestro entender todavía insuperable) acapara los sentidos de la palabra libro. Para Borsuk, un e-book o un libro de artista son un libro tanto como el códice, y tanto como lo fueron la tabla de arcilla sumeria o el papiro egipcio. La clave para leer El libro expandido, creemos, está en advertir que el soporte libro está en permanente cambio.
La primera parte de The book (el título original en inglés) aborda la evolución del libro como objeto; describe los primeros formatos donde se asentaba la escritura: tablas de arcilla, pergaminos, hojas de palma, hilos de lana anudados, y llega hasta el invento del códice y su proliferación a través del trabajo manuscrito de los copistas.
El libro como contenido, la segunda parte, está dedicado enteramente a la “era” de desarrollo del códice, desde la invención de la imprenta, brindándoles mérito a imprenterxs y fundidores de tipos móviles, y refiriéndose a la lucha (o lobby) de algunos los libreros ingleses para obtener derechos de impresión, lo que dio origen a la propiedad intelectual de una obra, a través del “estatuto de la reina Ana”, que en 1770 otorgó derechos exclusivos de impresión a algunos imprenteros-libreros.
La tercera aparte se aboca enteramente a historizar el libro de artista. Una vez asentados el formato códice y las técnicas de impresión, surgen imprenteros y poetas que buscan difundir lo que escriben saliéndose del mero rectángulo con letras. Para ellxs los libros eran más que un simple soporte de ideas; los concebían como “obras de arte en sí mismos”. Hubo algunos, como el poeta Wiliam Blake, especialmente preocupados por la decadencia de la industria del libro, por esos “oscuros molinos satánicos” que eran las imprentas, donde trabajaban niñxs y adultxs en condiciones deplorables en el S. XVIII, Blake escribía, ilustraba, imprimía, pintaba a mano y distribuía sus propios libros, no sólo para reducir costos sino porque creía que cada tarea era crucial para transmitir la singularidad de sus obras.
Ya a mediados del siglo XX, el artista Ed Ruscha inaugura el concepto de libro de artista, caracterizándolo como “múltiple democrático”, que permite universalizar la exposición artística y abaratar los costos para producir y consumir arte.
Sobre el final, el libro como interfaz, el capítulo más controvertido para quienes amamos el papel, Borsuk trata de convencernos a lxs lectorxs de que nuestro familiar códice -ese formato que se amolda y que amoldamos a nuestro cuerpo, a nuestra forma de leer, de aprender, de apropiarnos de un mensaje- no es más que una simple interfaz “a través de la cual nos encontramos con las ideas”. Veremos aquí un colorido abanico de formatos y usos del libro en la era de las telecomunicaciones, desde las primeras computadoras hasta las bibliotecas virtuales, y nos instala la gran pregunta: ¿cómo seguirá evolucionando el libro?
La autora nos muerde a lxs bibliófilxs cuando dice que un kindle no es muy diferente de un papiro, teniendo en cuenta el modo en el que la página se mueve: deslizándose de abajo hacia arriba. Ese mismo kindle se parece mucho a la tabla de arcilla sumeria: un rectángulo chato.
Celebramos esta cuidadísima edición de la gran editorial Ampersand Como librerxs o habitantes de una librería (a la que quizás deberíamos llamar “Codicería”) luego de leer El libro Expandido nos sentimos tan orgullosoxs como anticuadxs.