Todos los platos del menú, de Ellen Bass

Con mucha intensidad me acompañó la poesía este año, y trabajar en La Libre me encontró con ella en lo cotidiano. Pasar el plumero y pispear un poema de paso, acomodar los libros que llegaban y pasar las páginas saltando versos, en la búsqueda inconsciente de una palabra o una frase que me hable directamente. Eso me pasó con este libro de Ellen Bass, que ahora me obsesiona como me han obsesionado libros que ya reseñé en el 2021 (Irse de Daiana Henderson, La libertad de los bares de Cecilia pavón, Historias de amor no de Anahí Mallol).

Ellen Bass (1947, Filadelfia) no había sido traducida en Argentina hasta ahora (Gog y Magog, 2021). Solo poemas sueltos de ella se encontraban en internet, gracias a bloggers también obsesionados con la poesía norteamericana de la generación Alt Lit, poéticas del yo, de lo cotidiano, de la profundidad vital y de la sensibilidad objetiva. Esta edición bilingüe nos permite acceder a la diferencia de ritmo entre el inglés y el español: donde el inglés es concreto y breve, el español traslada versos largos llenos de imágenes. El poema traducido resalta aún más lo particular, la historia, el contenido digamos. Y, sospecho, influencia muchísimo a la poesía argentina en su verso libre casi prosa poética.

Todos los platos del menú pone sobre la mesa un festín de pequeños placeres cotidianos atravesados por la maternidad, el matrimonio, la crianza, la bisexualidad, el transitar la vida amando, con el corazón en la mano, y con la muerte haciendo sombras sobre los detalles: “En un poema, la vida y la muerte son iguales./ Aceptamos a una niña, aplastada/ como piedritas debajo de una rueda./ Y a su abuelo frente a la tumba abierta/ estrujando su remerita azul contra la cara”.

En este banquete se destapan todas las ollas y se sirven en abundancia. Se exhibe el placer de un orgasmo “llevando la dicha/ a los campamentos más remotos de nuestros cuerpos”, la desdicha de un “matrimonio sin sexo” en contraste con “la triste verdad” que no es más que la alegría de una amante mujer: “saboreo/ su gusto y su olor y con qué facilidad ella puede/ largar un orgasmo amoroso tras otro/ como un panadero sacando hogazas de pan fragante” mientras aún se extraña un poco el sexo de un hombre: “Es tan fácil/ llamar su atención./ Sale a saludarte como un setter”.

Agridulce se presenta la juventud como un momento confuso: “los jóvenes/ se preocupan de que sus piernas poceadas,/ los granos, el pelo fino como cilios,/ los dejen afuera/ los etiqueten como productos fallados en la línea de montaje”. Y el evenjecimiento como la gloria del cuerpo en “Poema a mi sexo a los cincuenta y uno” donde dice “De joven nunca/ me hubiera imaginado esto/ al mirar a mujeres como yo,/ mi cintura gruesa como un budín,/ mi culo que una vez voló alto/ como un barrilete, ahora cuelga como/ un sweater olvidado bajo la lluvia”. Se sienten como un aire fresco que invierte los cánones de belleza capitalista y celebra la vida tal como es: “La cosa es/ amar la vida, amarla incluso/ cuando no te da el estómago/ y todo lo que sostuviste con cariño/ se deshace como papel quemado entre tus manos,/ tu garganta llena de su sedimento.”

Ellen nos da para probar también naturaleza, manos en el barro que plantan tulipanes, conversaciones que atrapan un instante ínfimo de oxígeno verde, es fantástica. Y se nota que ella sabe escribir un poema, que lo da vueltas en el aire como una masa fría y luego lo deja reposar sobre la mesada. Que sus poemas van al gimnasio, se ejercitan y nos encienden enérgicamente como una coreografía de señoras a puro ritmo en un parque. Lean a Ellen Bass. Compartanla. Y traduzcan más libros de ella.

Reseñí: Anshi Moran

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