Nota a la edición latinoamericana de Mi Sangre (Hekht Libros)
Por Karina Felitti y Rosario Ramírez
La poeta estadounidense Judy Grahn, en su libro Blood, bread, and roses: how menstruation created the world (1993), escribió: “La sangre menstrual es la única fuente de sangre que no es inducida traumáticamente. Sin embargo, en la sociedad moderna, ésta es la más escondida de las sangres, de la que rara vez se habla y la que casi nunca se ve” . Por su parte, Alma Villanueva, una de las voces de la poesía chicana contemporánea, en un poema titulado Sangre de bruja apunta: “Los hombres han matado, han hecho la guerra para que la sangre fluya, tan natural como la de una mujer una vez al mes -han errado por la tierra para hallar la paciencia de la preñez, la alegría del parto- la renovación de la sangre. (¡el terrible y sangriento secreto! Ay mujer, te atreves a parirte a ti misma)”. Tenemos también a la artista Mar Cejas, quien en 2009 en su Manifiesto por la visibilidad de la regla reclamaba: “me mancho y no me doy asco, en mi cuerpo decido yo, en mi carne mando yo” , e invitaba a visibilizar la regla para colocar al cuerpo femenino como espacio político. En el mismo tono, la “pedagoga menstrual” y “coñoescritora” vasca Erika Irusta, exclama en la portada de su sitio: “La menstruación no es el problema. Tú no eres el problema. El problema es quién menstrúa en esta sociedad. El tabú menstrual corretea por nuestro cuerpo y domina aun en nuestras bragas. Carecemos de conocimientos desde donde explicar nuestra realidad. Vivimos en la periferia de nuestro cuerpo”.
Estas autoras, junto a muchas otras, confirman que la menstruación ha estado asociada por mucho tiempo al tabú, al ocultamiento, a tecnologías para controlar e invisibilizar el sangrado, a la vivencia de un proceso hormonal en silencio y bajo los dictados de la visión biomédica, en lo privado de cada cuerpo, en los recovecos de los espacios, acallando el vaivén de las emociones, guardándola como se oculta un tampón en una mano y como se envuelve una toallita usada antes de arrojarla al cesto de residuos. ¿Pero que más nos dicen estas letras sobre nuestro propio cuerpo, sobre nuestras reglas (sí, esas que seguimos, construimos y que nos cruzan), sobre nuestra autonomía reproductiva y sexual, sobre nuestras concepciones acerca de nuestra sangre? Estas artistas en sus manifiestos invitan a los cuerpos menstruantes a recuperar una vivencia que les fue arrancada, a visualizar en los úteros –materiales o simbólicos- una fuente de poder y no de sufrimiento, a apropiarse de un proceso con el que convive a mitad de la humanidad por muchos años cada mes.
Este mismo llamado realiza la periodista feminista francesa Élise Thiébaut en este libro en el que va desplegando su propia vida y experiencias con la menstruación a la luz de sus hallazgos en bibliotecas, blogs, charlas de bar; combinando así la información que surge de libros y artículos académicos, de revistas de divulgación, de periódicos, películas, canciones y refranes con sus recuerdos y sentimientos. Desde su lugar biográfico –educada en una familia francesa de clase media con ideas socialistas y feministas, heterosexual, divorciada, con una endometriosis diagnosticada tardíamente, madre de una mujer luego de algunos tratamientos de inseminación, de mujer menstruante entre abril de 1975 y febrero de 2015– escribe este libro que combina las investigaciones académicas, las intervenciones artísticas, las manifestaciones políticas, los saberes populares y las aproximaciones espirituales tomando su experiencia como hilo conductor y como espacio de mediación.
No se trata de una tesis universitaria, una investigación biomédica o un texto de autoayuda, sino de un libro que apunta a un público amplio, un público que disfrutará de una historia bien narrada que pivotea sobre distintas fuentes que permiten a la autora interpretar su pasado y su presente. El hecho de leer, de escribir, de contar, la llevan a una transformación personal que comparte con su público lector. De este modo, se pone en evidencia lo que la historiadora estadounidense Joan W. Scott explica en un texto ya clásico sobre el uso de la experiencia en la Historia: “No son los individuos los que tienen la experiencia, sino los sujetos los que son constituidos por medio de la experiencia ” Esta cita de Scott nos permite confirmar la importancia que tiene lo vivido en la construcción de nuestras subjetividades, en ese caso, la trama de sentidos sobre la menstruación que produjeron los dolores y malestares no diagnosticados por el sistema médico, las dificultades a la hora de encontrar un embarazo, las intervenciones quirúrgicas y hormonales, las acusaciones por exagerada o histérica, etc.
El objetivo principal de su trabajo es sacar la menstruación del lugar del tabú, o más bien de la consideración negativa del tabú –ya que no siempre tabú está asociado a estigma– y reinventar “las reglas” en un juego de palabras que queda bien también en el español. La “revolución menstrual” de la que habla, en la que se posiciona y la cual promueve, es amplia e inclusiva. Si su texto aborda con más seguridad la vida de mujeres biológicas, heterosexuales y europeas es porque la historia que cuenta la construye desde sus vivencias, pero abre posibilidades para pensar el cruce entre las experiencias menstruales y la teoría queer al retomar los aportes de la investigadora Chris Bobel.
Una característica destacada del libro es su estilo narrativo divertido, irreverente, descontracturado, accesible, que asocia el humor con el feminismo. Como sostiene la periodista feminista argentina Luciana Peker, si el humor machista se ocupó de denigrar a las mujeres, el humor feminista ridiculiza al machismo, hace pensar, y hace reír, porque “ante la desigualdad, la gran respuesta es la boca abierta y la risa colectiva”. Por eso causa gracia imaginar a los ovocitos suicidándose y leer que la creencia que dice que una mujer menstruante no puede hacer mayonesa ha caído en desuso principalmente porque casi nadie hace mayonesa casera sino que la compra en el supermercado. Tal como la planteado Sara Ahmed, ser una feminista kill joy, esa que incomoda y no va a reírse de los chistes machistas ni de esas publicidades que hacen de las mujeres pre menstruales una bomba de tiempo, no significa renunciar a la felicidad, sino construirla por fuera del imperativo .
A lo largo del libro compartimos algunas de las tensiones de “vivir una vida feminista” remitiéndonos nuevamente a Ahmed. Por ejemplo, cuando Thiébaut nos comparte que sus dolores menstruales no tenían cabida en una familia que considera poco progre y feminista andar quejándose por algo tan “natural” como la menstruación. Contrariamente a lo que se esperaba de ella, de joven se sentía sucia, avergonzada, enojada por no poder meterse al mar, por no seguir los dictados de las mujeres “liberadas” de su familia. Algo parecido nos ha sucedido a nosotras: mujeres atravesadas por teorías del poder y manifiestos feministas radicales, continuamente interpeladas por el trabajo de campo en circuitos de espiritualidad femenina y diálogos con mujeres de distintos países sobre sus trayectorias sexuales y reproductivas. Nuestros recorridos nos llevaron a mirar a los productos de “higiene menstrual” como tecnologías para el ocultamiento de la sangre, como objetos dañinos para el planeta y para nuestros cuerpos. Comenzamos a cuestionar las normativas patriarcales y biomédicas que buscaban dominar nuestros sangrados, exploramos la menstruación consciente y las tecnologías ecológicas para el tratamiento de la sangre, a veces combinada con una visión espiritual y momentos de ritual. Abrimos el horizonte del sexo y del erotismo durante la menstruación desde el goce, el placer y la satisfacción, desde el re-conocimiento de nuestra “naturaleza cíclica”. Escribimos sobre eso. Reconocimos que el despertar de la conciencia marxista, feminista, ecologista se chocaba con nuestros deseos de meternos en el mar con un bikini blanco y amarillo y la posibilidad de lograrlo que nos daba un tampón porque, además de ser los colores que las empresas usan en sus publicidades, eran los que nos gustaba usar. Preferimos dormir la siesta en lugar de imponernos que era una construcción del sistema nuestro desgano y agotamiento, y que, contrariamente a lo que algunas publicidades que adherían a consignas de empoderamiento femenino nos comunicaban, la sangre sí podía detenernos.
Nuestros temas de trabajo nos interpelaban y acompañaban diariamente, tal como leemos en este libro. Así, nos vimos discutiendo con estudiantes estadounidenses sobre la incomodidad y el enojo que les causaba que en Argentina no se usaran tampones con colocador. En un mercado de artesanías de la Ciudad de México sostuvimos conversaciones con un vendedor de piedras preciosas al cual le solicitamos una con forma de huevo para colocar en la vagina. El señor, notablemente sorprendido, nos mostró uno de un tamaño temerario y reconoció nuestra educación universitaria porque éramos “señoritas que sabían hablar muy bien”. Claro, habíamos dicho “vagina”. Una de nosotras participó en talleres de menarquía con su hija pre adolescente y gozó de la oportunidad de hablar, llorar, reír, danzar alrededor de un altar con vulvas títere, amuletos, aceites y flores. La otra, en su primera observación de campo en círculos de mujeres y bajo la dirección de una abuela experta en el sagrado femenino, realizó un ritual de siembra de luna frente a un grupo de personas en su día uno de sangrado. Compartimos con la investigadora vasca Miren Guillo Arakistain cuando reconoce que “una tensión implícita en la propuesta autoetnográfica es la de exponerse, desnudarse: el miedo a la propia exposición (relacionado con la autoexigencia), junto al miedo a mostrar un entorno social del que soy parte, lo cual me genera contradicciones y dificultades (que tienen más relación con el hecho de dar información “que no es solo tuya”)”.
Por todas estas experiencias vividas y compartidas que van más allá de las lecturas en bibliotecas, escrituras de artículos, ponencias en congresos, es que celebramos la traducción al español de este texto que aporta una mirada relajada y a la vez incisiva sobre la menstruación y varios temas relacionados con ella; como la endometriosis, la anticoncepción hormonal y, sobre todo, la experiencia de ser un cuerpo menstruante de mujer en toda su complejidad. En este libro leerán referencias europeas y estadounidenses –académicas, artísticas, cinematográficas políticas– que dan el contexto general de un tema que es transnacional como las grandes marcas de toallitas y tampones y la industria farmacéutica, y como lo es el feminismo y el movimiento de mujeres.
Nosotras escribimos estas páginas en nuestros países –Argentina y México– a pocos días del 8 de marzo de 2018, del Día Internacional de la Mujer, que desde el 2017 es también un día de huelga internacional de mujeres. En Argentina, para el 8 de marzo de 2017, las integrantes de Economía Femini(s)ta organizaron bajo el nombre de #MenstruAcción, una Campaña que incluyó la colecta de productos para la gestión del sangrado menstrual, acciones de concientización, el apoyo a proyectos legislativos que proponen eliminar el IVA (Impuesto al Valor Agregado) a los productos de “higiene menstrual” y su distribución gratuita en ámbitos educativos, carcelarios, de salud y refugios, y otras acciones que se explican en su sitio web. Este tipo de acciones no pueden comprenderse por fuera de un escenario global de movilizaciones feministas y una estructura de sentimientos –postfeministas para algunas autoras– que ha hecho posible que cada vez más mujeres exijan sus derechos, se reconozcan feministas y denuncien la violencia sexista, como pudo verse recientemente en la entrega de los premios Globos de Oro y la campaña de #Metoo.
Del mismo modo, no puede comprenderse el interés actual por la historia de las mujeres, el género y las sexualidades sin poner el acento en el desarrollo del movimiento de mujeres y la tenacidad de los feminismos y movimientos de diversidad sexual que supieron resistir dictaduras y otras violencias, y reatroalimentaron a una academia que fue ampliando sus horizontes y reconociendo institucionalmente estas áreas de interés. Podemos ubicar en esta expansión la reciente publicación del libro Eugenia Tarzibachi, producto de una tesis de doctorado dedicada de lleno al tema de la menstruación , otros libros de divulgación publicados anteriormente , un conjunto de textos dirigidos a niñas y adolescentes escritos en Argentina y en otros países de habla hispana sobre menarquía, muy a tono también con una visión holística del cuerpo y la sexualidad que traza lazos con la cultura de la “nueva era” , manuales de ginecología natural y de terapia menstrual –como propone Zulma Moreyra , y espacios de reflexión sobre el ciclo imposibles de enumerar en estas páginas. De hecho, muchas de estas referencias se encuentran en una lista que se construyó colectivamente en las redes, sin ánimo de exhaustividad ni exclusividad, ya que la apuesta de quienes la construyeron era que siguiera creciendo indefinidamente, reforzando lazos de genealogía, horizontalidad y sororidad.
La puesta en escena de temas de sexualidad y reproducción en un lenguaje de derechos humanos se tradujo también en legislaciones y políticas públicas que enfrentaron las resistencias conservadoras, de la Iglesia católica y de otros credos, con resultados ambivalentes que exigen un constante monitoreo y ampliación. Por ejemplo, en la Argentina donde el aborto es ilegal, las “toallitas femeninas” fueron usadas para denunciar esta situación en el 32° Encuentro Nacional de Mujeres realizado en 2017 en la provincia de Chaco. La puerta de la Catedral de Resistencia se llenó de toallitas pintadas de rojo en donde podían leerse los testimonios de mujeres que habían logrado abortar con la ayuda de otras mujeres, de las socorristas. En México la sangre de los abortos corre con legalidad desde 2007 solamente en la Ciudad de México, mientras que en otros estados del país los castigos son ejemplares a partir de enmiendas constitucionales que protegen la vida desde el momento de la concepción. En este país la violencia es otro tema de rigor ya que, de acuerdo con las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), entre 2007 y 2016 fueron asesinadas 22.482 mujeres en las 32 entidades del país . Argentina fue el epicentro del Ni Una Menos, ese movimiento colectivo que tomo las calles para denunciar la violencia contra las mujeres y los feminicidios y que pronto se extendió a otras latitudes y amplió cada vez más sus consignas. La presencia masiva de mujeres en las calles reclamando sus derechos, exigiendo justicia –social, económica, erótica– y denunciando al patriarcado en el último tiempo ha ganado presencia en los medios de comunicación, en las redes, en los ámbitos académicos que no se especializan en temas de género/sexualidad y feministas.
Alrededor de las propuestas para el tratamiento de la sangre desde alternativas ecológicas en Argentina surgió Cíclica, la empresa que comenzó en 2013 a fabricar y comercializar la copa menstrual Maggacup, un emprendimiento en el que convergieron búsquedas personales, compromiso social, ecologismo, cuidado de la salud, espiritualidad y la premisa de sacar a la menstruación del closet y colaborar con la autoafirmación de las mujeres. En el caso mexicano encontramos dos empresas principales en el tema de las copas menstruales: Luna Cup y Ángel Cup. Al igual que en el caso argentino, estas empresas mostraron un compromiso social y ecológico, apoyando a las nuevas formas de experimentar la menstruación desde otras tecnologías y siendo el sostén económico de muchas mujeres que decidieron emprender el camino de las activistas menstruales usando la copa como un medio por el cual apoyar el empoderamiento menstrual de las mujeres. Sin embargo, la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (COFREPRIS) en febrero de 2016 emitió una alerta sanitaria contra las copas menstruales argumentando que para esta instancia las copas carecían de evidencia científica avalada y alertando sobre su uso. Este alerta provocó no sólo la suspicacia de las autoridades sobre el “producto”, sino la atención de miles de mujeres en el país, quienes dedicaron sus esfuerzos a promover, ahora desde la clandestinidad y sus redes no virtuales, el uso de la copa desde una manera informada.
Respecto al arte menstrual, Cíclica organizó el certamen “Sangre vida, sangre de la humanidad” que incluyó un trabajo con mujeres de la Villa 31 de exploración del cuerpo a través del movimiento, de la voz, de escritos, de pintura, entre otros. En México, la visibilidad de la sangre menstrual desde el arte ocurrió con el Primer Concurso Nacional de Dibujo y Pintura Menstrual convocado por la asociación Alternativas Ecológicas en septiembre de 2014. La sangre menstrual fue el insumo principal de obras plásticas que se difundieron en una publicación titulada “Fluir en tinta roja”.
Dentro de este panorama amplio y situado en el contexto latinoamericano, es que este libro de Élise Thiébaut se inscribe en una literatura que toma como centro a las mujeres y sus experiencias desde un lenguaje accesible que, sin dejar de lado las referencias científicas, reconoce el valor de las vivencias de las mujeres en nuestro día a día, en cada uno de nuestros ciclos y experiencias menstruales. Este libro contribuye a seguir visibilizando un tema que ha ido tomando relevancia en la agenda pública y en los ámbitos de investigación y los activismos, desde una visión que aleja del tabú a un proceso hormonal que se antoja tanto personal como construido simbólica y políticamente en colectivo.
Autoras de la Nota:
Karina Felitti es Profesora en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (2002) y Doctora de la Universidad de Buenos Aires, Área Historia, Facultad de Filosofía y Letras, 2009. Es investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de la Argentina (CONICET), en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Dicta clases en el Área de Estudios Latinoamericanos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO Argentina) y en posgrados de distintas universidades argentinas. Sus temas de interés son la historia de las mujeres y los estudios de género y sexualidad, con énfasis en temas como anticoncepción, aborto, menstruación, maternidad y parto. Ha sido profesora visitante en el Instituto de la Mujer de la Universidad de Granada, en la Chaire Alicia Moreau de la Universidad Paris Diderot y del Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer del Colegio de México.
María del Rosario Ramírez Morales es posdoctorante del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) Unidad Occidente, México. Doctora en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana- Unidad Iztapalapa, Maestra en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara y Licenciada en Sociología por la UAEMex.
Sus temas de investigación giran en torno a las prácticas espirituales y creencias religiosas no institucionales, particularmente en el caso de jóvenes y mujeres en contextos urbanos. En su último trabajo de investigación realizó un análisis sobre la espiritualidad femenina desde los círculos de mujeres, incorporando los estudios del cuerpo, el género y las emociones.
Ha colaborado en proyectos de investigación, en encuentros y mesas de trabajo enfocados en la Religión en México y América Latina. Es miembro de la Red de Investigadores del Fenómeno Religioso en México desde 2008 y de la Red Latinoamericana de Estudios sobre Juventudes y Religiones desde 2010.