Los libros del año según La Libre

Este año a contracorriente para la industria del libro merece un fuerte aplauso para cada lectura que llegó, nos encontró y acompañó. Desde La Libre, cada día leemos y recomendamos libros, pero cada librerx tiene su especialidad según sus intereses. Por eso, para que nos conozcan mejor, les pedimos una recomendación personalizada y caprichosa sobre cuál es EL libro del 2024.

Adri Mendoza

Elegí libros que reflejan una extensión más allá del río de plata y que leerlos en nuestro territorio es un lujo.

Quizás y como oficio, este año fueron muchos los libros que me marcaron y de los que hablé con entusiasmo y repetición. Esta selección fue a contramano de ello, porque no supe cómo resumirlos, porque haría un subrayado sostenido en casi todas las páginas. Por la profundidad de cada uno ellos en sus distintas dimensiones.

Háganse un favor: léanlos, pongan su radar por un buen rato en estxs autorxs, y en todos los sentidos que se le puedan dar a tan hermosas y potentes escrituras.

Parásitos perfectos, de Luis Carlos Barragán (Caja Negra)

Cuentos de ciencia ficción-weird hipnótico, latinoamericano.

Trado, de Farrokhzad y Svetlana Carstean (Zindo y Gafuri)

Prosa poética sobre la amistad, la(s) lengua(s), la traducción, las huellas de los lugares y marcas territoriales y familiares, un libro que es muchos libros a su vez.

Como bestias, de Violaine Berot (Las afueras)

Lo mítico, lo policial, lo coral y lo especial que nos enseña un niño, y la relación con su madre, lejos del capacitismo y en el que el lenguaje verbal o lo que se nombra, tantas veces no alcanza, donde prevalece el amor y el cuidado.

Anshi Moran

Orlando, de Virginia Woolf

El 2024, para mí, será el año que leí Orlando de Virginia Woolf. Es mi libro del año por muchos motivos. Primero, su elegante escritura (leí la traducción de Borges). Segundo, está inspirado en el vínculo de Virginia con otra escritora, Vita Sack-Ville West, una aristócrata habitante de un castillo magnífico que no podía heredar por ser mujer. Orlando es una declaración de amor a ella, donde la describe, la dibuja y la eleva hacia la literatura.

Les cuento un poco: Orlando es la biografía de un joven que quiere ser poeta, de cachetes colorados y piel de terciopelo, tan delicado como sensible. A la mitad del libro, Orlando despierta después de muchos años y es, de pronto, una mujer inquieta, seductora y libre. Su vida es algo excepcional: vivió por siglos, navegó en un barco con marineros, conoció prostitutas, árabes, gitanos y gozó los placeres del castillo, los banquetes y el patinaje sobre hielo. Los dramas de Orlando son los dramas que probablemente tuvo Vita, que siendo una mujer masculina las tenía a todas a sus pies, pero estaba casada, probablemente bisexual, tenía el corazón lleno de preguntas sobre su identidad. En una época donde por ser mujer no podías opinar, existir o heredar tu propio castillo…
En fin, me sorprendió mucho descubrir a Orlando como una ficción trans-feminista de comienzos del Siglo XX (de hecho inspiró el documental que sacó Paul Preciado este año) por eso recomiendo que lo lean y lo amen conmigo. Lean también las cartas entre Virginia y Vita incluidas en Correspondencia erótica (Rara Avis Editorial) donde está la trastienda amorosa de este libro. Está bueno siempre tener un clásico pendiente y descubrir de pronto, un día, su magia y el motivo de su eternidad.

Brenchx

El huevo de la serpiente, de Alejandro Campos (Letra viva)

Elegí El huevo de la serpiente, de Alejandro Campos, editado por la editorial Letra viva, por interés. El libro me dio detalles que no conocía de la incubación del facismo en el mundo y cómo estos decidieron centrar esas batallas en la esfera cultural y cómo encontraron resonancia en las juventudes. Es un libro que llamo “de conciencia”, mover el cerebro para poder vislumbrar un poco de luz en este momento oscurantista que nos toca vivir.

Faltas, de Cecilia Gentili (Caja Negra)

Elegí Faltas de Cecilia Genitili porque es un libro donde Cecilia, activista, mujer trans, migrante y artista que vivió gran parte de su vida radicada en Nueva York, decide escribir cartas a todas las personas que no la violaron de su pueblo, en Santa Fe, Argentina. Es un golpe al corazón y un aire fresco donde no hay melodrama pero sí vivencias crudas, cuya manera de contar nos reúne con la emoción de la propia existencia y la ganas de salir a activar.

Primitiva americana, de Mary Oliver (Caleta Olivia)

Hermosa edición de Caleta Olivia, muy buena traducción que nos reúne con ese aire fresco y pesado que tienen los árboles en el bosque, los cielos y los pájaros en la retina de la gran poetisa norteamericana. Un viaje.

Damian Cabeza

El Ojo que escribe, de Luis Felipe Noé (Colección lector&s – Ampersand)

A Yuyo le encomendaron la tarea de escribir un libro sobre su experiencia con la lectura y él hizo lo que quiso de una manera brillante.

El libro está dividido en tres partes: la primera relee sus ensayos más importantes, la segunda relee su vida en clave de artista y la tercera parte hace una lectura de su filosofía como artista. Pero cada una de las tres partes tiene algo de las otras dos, y cada lectura es una auto-lectura.

Yuyo lee el mundo, la historia, la política, el arte, la filosofía y se lee a sí mismo para mostrarnos de primera mano con su profundo y reflexivo ojo lector, cuál es su visión del caos que constituimos.

Delio

Djinns, de Seynabou Sonko (Sigilo)

Un poco y un poco.
Un poco de ficción: Djinns se publicó este año en Sigilo que trajo esta novedad desde París donde vive la autora de familia senegalesa. Una novela breve, filosa, divertida y profunda que se teje entre reflexiones sobre la identidad, el racismo, las neurodiversidades y la tensión entre el occidente blanco y las raíces africanas.
Atrapa la primera página. Seynabou Sonko narra la historia de Penda, una joven afro que vive junto a su abuela curandera y cuidan a Jimmy, un amigo-vecino detenido por un supuesto ataque de esquizofrenia a quién intentarán rescatar del hospital psiquiátrico.
Fresca y maravillosa.

No soy un robot, de Juan Villoro (Anagrama)

Y un poco de ensayos: No soy un Robot del mexicano Juan Villoro. Desde una escritura sensible y huidiza del registro académico, Villoro reúne más de 50 ensayos cortos (entre 2 y 10 páginas, pónganle) atravesados por la pregunta sobre el devenir de la escritura, la lectura y los libros en la sociedad digital. En un año de fuerte avanzada fxscistx y con la IA como uno de los temas centrales de discusión, el libro aporta preguntas, referencias, autores, películas; dialoga con otras revoluciones, trae noticias como excusas para escribir estos ensayos que permiten atravesar estas épocas con una mirada tenaz pero no tecnofóbica, donde lo humano se define frente al -NO SOY ROBOT- y dónde aún podemos ser parte del contrato emisor-receptor para reflexionar junto a Villoro.
Poético y asertivo.

Martín Marchione

Las lealtades, de Delphine de Vigan (Anagrama)

La depresión y el rencor y la soledad son motivos suficientes para que un adulto se sienta casi infinitamente lejos de cualquier forma de deseo o de felicidad. Para un niño, crecer rodeado de estas formas de la infelicidad y de la destrucción puede ser abrumador y fatal. En esta novela, una maestra sensible intenta salvar a un alumno que, alcoholizándose, se fuga de su padre, que vive casi muerto, y de su madre, que odia a su padre y que no lo disimula ante su hijo. La trama de la novela avanza ahondando en la psicología de los personajes hacia un final que revela las soledades a las que podemos ser condenados pero también las ternuras que nos pueden salvar.

El último lobo, de Laszlo Krasznahorkai (Sigilo)

La melancolía es una predisposición anímica que retira del mundo los afectos y los sentidos que lo configuran. Padecerla es enfrentarse con el que acaso sea el último y el único problema: la nada. Este libro es el pasaje de esa muerte del alma hacia el motivo principal de la vida: el deseo. Su protagonista, a semejanza del protagonista de La náusea, vive melancólicamente en un mundo de objetos y de personas que han perdido, a sus ojos, todo valor, todo sabor, todo color, todo sentido. Esa tristeza y esa soledad intolerables son interrumpidas de pronto por una invitación a conocer la ciudad de Extremadura y a escribir sobre ella. Nuestro protagonista, que es filósofo, acepta como si la invitación fuera un malentendido y con la misma indiferencia con la que recibía todos los gestos de la vida. Pero allí, un tema aparentemente subalterno, la muerte del último lobo de Extremadura, le devuelve el motivo de su profesión, que es el asombro, y con él la curiosidad y el deseo y aún la obsesión: busca ávido y fervoroso, como si fuera un detective, el lugar y el momento y el motivo exactos de la muerte del último lobo. El final es elíptico y conmovedor y recupera los motivos y los sentidos que hacen que la vida valga la pena.

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